¡Hola blogticarios! Hace tanto que no tenemos post nuevo en la Blogtica, que hasta tenemos nuevo rey, ¡esto no puede ser! Ha salido el sol, y parece que ya estáis sintiendo el olorcillo a playa y a… ¡vacaciones!
Aunque hubo épocas en las que la moda era tener la piel de porcelana, lo cierto es que un poco bronceados casi todos nos vemos mejor. Espero que este post y el siguiente os sirvan un poco de ayuda para que sepáis elegir una fotoprotección adecuada y así intentéis evitar al máximo los problemas que el sol nos puede producir. Porque el sol ejerce muchos efectos beneficiosos sobre el organismo: proporciona bienestar general (buena salud física y psíquica), produce vasodilatación estimulando la circulación sanguínea y disminuyendo la presión arterial, previene el raquitismo, favorece la calcificación de los huesos estimulando la síntesis de vitamina D; pero ya sabéis los daños que puede provocar a corto y largo plazo: quemaduras (desde eritemas a ampollas), pigmentación excesiva, fotodermatosis, envejecimiento fotoinducido y cáncer de piel.
¿A qué son debidos estos daños?
A las radiaciones solares, que varían en energía y en capacidad de penetración en la piel:
Por un lado, tenemos los rayos UVB. Son menos penetrantes que la radiación UVA, llegan hasta la epidermis. Inducen a la quemadura solar, eritema e inflamación. Sus efectos comienzan a manifestarse con un ligero eritema solar que alcanza un máximo a las 6-8 horas después de la exposición y continúan con un engrosamiento de la piel por aumento de la síntesis de queratina. Es también la principal responsable de la fotoinmunosupresión por la reducción de las defensas del organismo y del desarrollo del cáncer de piel.
Por otro lado, los rayos UVA alcanzan las zonas más profundas de la dermis. Producen una pigmentación directa sobre la piel que surge de forma inmediata, pero desaparece en pocas horas. Potencia la aparición del eritema solar débil y a largo plazo causa envejecimiento prematuro de la piel y degeneración del tejido elástico cutáneo (elastosis) perdiendo tersura y firmeza. . El daño por UVA no causa efectos perceptibles inmediatos, aunque a largo plazo acarrea graves consecuencias. Son responsables de las reacciones fotoalérgicas y fototóxicas en la piel. Interfieren en:
– Infracción de daños a nivel tanto de ADN, como celular, vascular y tisular.
– Inducción a la supresión inmunológica; se sospecha que contribuyen a la aparición de melanomas malignos.
El espectro de acción de la gran mayoría de fotosensibilizaciones coincide o cae en el rango de la UVA. Las fotodermatosis idiopáticas también se asocian a la UVA.
Los rayos IR producen en el organismo una intensa sensación calórica por su efecto vasodilatador local, que puede llegar a enrojecimiento y eritema. Esta radiación aumenta la sensibilidad de la piel a los efectos nocivos de las radiaciones UVA y UVB, que son las más preocupantes. Causan estrés y son responsables del envejecimiento térmico de la piel.
La radiación UVC es absorbida por la capa de ozono antes de llegar a la Tierra, pero ante la disminución de un 4-5% del espesor de esta capa en los últimos años, se han empezado a considerar sus efectos nocivos.
Existen factores que influyen en la intensidad de estas radiaciones:
Ángulo de inclinación del sol– Cuanto menor es el ángulo que los rayos del sol forman con una superficie horizontal, mayor es el espesor de la atmósfera que tienen que atravesar, y por consiguiente la radiación que llega a la superficie es menos intensa. Cuando el sol está más alto, el ángulo es mayor, la capa atmosférica que tiene que atravesar es más delgada y por lo tanto la intensidad de la radiación es mayor. Esto sucede en mayor grado entre las 10 y las 14h. Además en verano es cuando nos llega la radiación solar con toda su energía, y es más intensa cerca del Ecuador, ya que incide sobre la Tierra de forma más vertical.
Altura– Cada 300m, se incrementa un 4% la intensidad de la radiación, por lo que cuanto más alto estemos, mayor debería ser la protección solar.
Día nublado– El contenido en agua de la atmósfera en un día así, retiene un 10% de esta radiación, pero no impide su tránsito, con lo que nubes o nieblas no actúan como filtro solar, cuidado con ellas.
Superficie– Existen superficies que reflejan un elevado porcentaje de la radiación solar, sumándose el efecto al de los rayos que inciden directamente sobre la piel. El agua refleja un 20%, la hierba un 15-25%, la arena un 25% y la nieve hasta el 80%.
¿Cómo evaluamos el grado de protección que tiene un producto solar?
Los consumidores solemos fijarnos en el SPF a la hora de comprar el protector solar, pero a veces no es el adecuado para nuestro tipo de piel, y existen otros símbolos que no debemos perder de vista. Frente a UVB, nos vamos a fijar en el índice FPS o SPF (sun protection factor), que mide el riesgo de quemadura solar ligado a los rayos UVB. Avalado por asociaciones de la industria cosmética en Comunidad Europea y USA como son COLIPA y Personal Care Council, respectivamente, elegiremos uno u otro según nuestro tipo de piel, que puede ser de los siguientes fototipos:
Frente a UVA, observaremos si el producto lleva un icono que es un círculo con las letras “UVA” en su interior. Este símbolo garantiza que el índice de protección UVA es el adecuado según los estándares de COLIPA. Aunque no diferencia los grados de protección como lo hace la simbología PA, es importante que el producto lo tenga, ya que muchas pantallas son ineficaces para prevenir los efectos adversos de la radiación UVA.
La simbología PA, desarrollada en Japón por la JCIA (asociación japonesa de la industria cosmética), nos da un valor añadido al producto, diferenciando los grados de protección de menor (+) a mayor (++++).
Frente a IR y UVC, no existe metodología validada para evaluar el daño provocado en la piel, ni existen filtros específicamente diseñados para protegernos frente a estas radiaciones.
Los distintos fotoprotectores incluyen en su formulación filtros físicos, químicos, órgano-minerales y/o biológicos. Las diferencias entre ellos están en su modo de actuación:
Filtros físicos: Son partículas minerales micronizadas opacas que proporcionan protección por reflexión de las radiaciones UV y visibles evitando la aparición de eritema. Son inocuas para la piel y presentan gran resistencia al agua. Las más utilizadas son el dióxido de titanio, el óxido de zinc y la mica. Hace años no había quién se las pusiera porque te dejaban la cara totalmente blanca, pero gracias a los avances, actualmente tenemos texturas que se aplican perfectamente sin tener la necesidad de dejar a la persona como un vampiro.
Filtros químicos: Son sustancias compuestas por moléculas orgánicas complejas, que absorben los UV impidiendo la transmisión de la radiación hacia los tejidos y evitando cualquier efecto nocivo. Fácil aplicación, compatibles con la mayoría de ingredientes cosméticos y con buena afinidad con la piel.
Filtros órgano-minerales: Actúan tanto por reflexión como por absorción. Son los más nuevos del mercado, filtros químicos pero insolubles que poseen las ventajas de los físicos (seguridad) y de los químicos (cosmeticidad). Además tienen gran capacidad filtrante frente a UVA.
Filtros biológicos: Formados por complejos de vitaminas, por su acción antioxidante inhiben la proliferación de radicales libres. Bloquean la liberación de citoquinas y prostaglandinas y tienen un efecto protector sobre el ADN.
En resumen, para hacer una buena elección de nuestro protector solar, debemos tener en cuenta nuestro fototipo de piel, comprobar que tiene un SPF y UVA válidos (si nos indica el PA mejor), y ver qué tipo de filtros queremos. El último paso es optar por una textura y un envase apropiado: si nuestra piel es grasa o seca, para qué zona del cuerpo, etc. y así conseguir que se absorba bien y nos guste más.
En el próximo post os enseñaré los productos más novedosos ¡feliz semana!
en
¡Hola! ¡Un post genial y verdaderamente util! 😉 Estaré muy muy atenta al próximo post! 😉 ¡Mil felicidades por el blog es estupendo! (: ¡Un saludo!
en
¡Gracias tocaya!